lunes, 3 de abril de 2017

¿QUE HACER ANTE UNA CARTA DE VINOS?



En esta entrada vamos a tratar de qué hacer ante la carta de vinos. No hablaremos de las características que debe tener ni de cómo ha de ser confeccionada por parte del restaurador.
 Aquí nos pondremos en la piel del cliente que va al restaurante y que tiene que elegir el vino para los comensales. Os ofrecemos unas sencillas indicaciones para salir de una situación que es embarazosa para muchas personas. Siempre nos ha llamado la atención cómo muchas veces se piden disculpas de antemano e incluso se titubea cuando se afronta este trance en apariencia banal. Esto suele ocurrir con los consumidores menos entendidos, pero también encuentran dificultades los aficionados con mayor grado de conocimiento, a veces se piensa demasiado en los gustos particulares y no se tiene suficientemente en cuenta al resto de los comensales y se fracasa, otras veces se pide un vino demasiado caro lo que provoca los reproches de los demás y, en otras ocasiones, se sacrifica el enseñar algo nuevo a los menos entendidos para no afrontar las críticas.

Vayamos con los consejos:

  • Opinamos que en una comida en un restaurante el vino no es el protagonista. Deben ser los platos los que manden. Si se trata de la cocina de un chef de reconocido prestigio el vino debiera tener un papel secundario, debe acompañar los alimentos y no ser el protagonista. Si queremos disfrutar de un vino en lugar de ir a comer podemos hacer una cata con otros aficionados o tomarlo en casa.
  • No pedir vinos de precio elevado. Hay que recordar que en una carta de vinos el precio de venta en una tienda suele duplicarse cuando no triplicarse o cuadruplicarse. En una época de crisis como la que estamos pasando hay que tener presente nuestra propia economía y no tirar el dinero. Además en un restaurante estamos para compartir la comida con nuestros acompañantes y no para sacrificar todo al vino.
  • Cuando hay varios comensales lo más frecuente es que no se pida el mismo menú para todos. Es difícil que un tipo de vino resulte adecuado para todo. Cuando esto ocurra pidamos al menos un blanco y un tinto. Los blancos suelen ser más adecuados para los entrantes y primeros platos. Para los segundos platos son apropiados los blancos y los tintos en función de si se pide pescado o carne. El elegir un blanco y un tinto a la vez permite respetar la manera de consumir de cada persona aunque ésta no sea ortodoxa, de modo que quien quiera pasar del blanco al tinto podrá hacerlo y, asimismo, respetaremos al que prefiera consumir blanco o tinto durante toda la comida.
  • Pedir vinos de la región en la que nos encontremos. Suelen estar mejor de precio y, en cierto modo, son los que mejor maridan con la cocina regional que se trate. Al margen de la calidad creemos que es mejor maridar un marisco gallego con un buen Rías Baixas que con un blanco de Borgoña.

  • Pedir vinos servidos por copa. No encontramos explicación posible a la tan escasa presencia de los vinos servidos por copas en las cartas de los restaurantes de nuestro país. Esto permitiría abordar los vinos de muy alto precio, lo que significaría que se consumirían y dejarían de tener el mero papel de “adorno” en la carta de vinos ya que difícilmente habrá alguien que los vaya a beber. Desde la aparición del abridor Coravin ya no hay disculpa para servir los vinos por copa. Esperemos que los restauradores se animen de una vez.
  • Tener cuidado con el “Vino de la Casa”. Es una pena pero casi siempre es un vino muy mediocre. Debiera ser un vino bueno a un precio más reducido porque se ha comprado una gran cantidad de botellas a un precio más ventajoso pero no suele ser así.
  • En lugar de pedir dos botellas de un mismo vino pedir un magnum si la carta de vinos lo permite. Debe seguirse esta recomendación a partir de cuatro personas. El vino tinto envejece mejor en recipientes con un volumen de 1,5 litros que en el usual de o,75 l.
  • Consultar al sumiller -en el caso de que el restaurante disponga de este profesional-. En la actualidad tienen un alto nivel y saben aconsejar a los clientes. Recordar que el buen sumiller aconseja, no impone ni recomienda vinos de precio elevado.
  • Adaptar nuestra elección al gusto de los comensales. Suele ser lo mejor, no conviene elegir un Rioja ante personas acostumbradas a tomar vinos de la Ribera del Duero o viceversa. Sólo si conocemos de antemano que disfrutarán con la elección de algo nuevo podríamos arriesgarnos a pedir algo diferente.


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